jueves, 22 de septiembre de 2011

mala paratur bulenta



Hoy las turbulencias hicieron hueco en mí
dejando cavidades de somnolencia
pesado aire urbano
y humos diurnos casi sonámbulos de aspiraciones

quietudes antecedieron
a los huracanes que te buscan a la penumbra
como la luciérnaga mi idea más terrible
es la soledad que a veces
pega como tu falta flecha en mi nuca triste
sin blanco o retoño añorado

es tu falta y nada más
lo que a veces cuesta
remordiéndose los labios y
a la pesadilla dándole limosna

ante necesidades soy turbulencia
tembleques que se posan en mi tabique
navegan la garganta mi desierto
y pegan en los carozos del amargo recuerdo

hay           sin embargo
espectros que se creen invencibles
ante esos mares que dejan nuestros naufragios tan lejos de la costa ordinaria

hay           también ilusiones
aburridas de locura obsoleta
aburridas ilusiones miles pantallas blandas rabia impotente un sueño ácido

hoy algunas turbulencias
fueron apedreando mi mueca rejuvenecida en soles
y así una vez más
no avisto novedades 
el mundo me contempla a mí

Rio

lunes, 12 de septiembre de 2011

Crónicas de ancestros


Así, en la primavera plateada, subió sus asientos la melodía sobre el aluvión y naufragó penares en la búsqueda inmediata de buche desorientado. Llegó hasta lugares tan remotos como la locura, el paisaje, la flor que tan sólo se aprecia y nunca se entiende. Los tonos fueron amargándose en sus mares en un tumulto emocional de serpientes, jazz y amor juvenil.

Maestros de las enseñanzas dieron palabras de honor a la melodía cuando, en una de esas, el aluvión cayó improvisto de fuerzas sobre los céntricos bosques de una América sin nubarrones de tabaco y vino. Aún estaban vírgenes los aires, y los suspensos eran de notas naturales. Allí, la melodía conoció a ancestrales navajas guapas, tango dicen los antiguos se llamaba al rito de la contienda abrupta, al dulce clamor del humo amoral y el sastre de pelea. Eran filosas gargantas que tan sólo tuteaban a sus dedos, y daban cortes al aire sin despeinar su humor.

Fue enamorándose nomás de dos en dos la melodía, cuando al fin de sortijas preciadas inundó su hambrienta soledad. Apareció un bandoneón amargo en refunfuñones, algo de caminatas entre las nubes como siempre suelen hacer los complementos, esos sabores que tanto nos gusta cambiar en receta, naciendo así la triste tarde de algún Octubre allegado. La historia dio al amor una concepción compleja, y los hombres la alimentamos de materia enrojecida y mentiras escabeche. Fueron así los años del cerdo haciéndose conocidos entre los invitados del coliseo, y la música enamoró tanto a soberanos como a sucios trasgos.

La melodía y el bandoneón, aunque oscuros y exactos, fueron la excepción a tan vano desencanto. “Quiéreme como nadie me ha querido…”, se dijo el tango atontado entre las manos carnosas de alguna navaja afilada, “Seduce mis ciudades oscuras, germina intrigas en los árboles de esta duda tan atonal…”. Tango verbo amar en idiomas de aluviones infinitos, de golfantes melodías, de gargantas hechas de sal. Tiempos locos, mi amor, tan sólo tiempos locos.

Rio